3 de mayo de 2009

Obras maestras del Louvre (I)

P1110277El Museo del Louvre es inabarcable. Mucho más grande, a primera vista, que el mismísimo Museo Británico.

Ocupa un palacio que tuvo como origen una fortaleza medieval (en sus sótanos se puede pasear ahora por entre los restos de esa época) que terminó siendo residencia real durante un corto espacio de tiempo (en el siglo XIV con el Carlos V francés).

A partir de aquí la historia del Louvre está cimentada en el interés (o desinterés) de los sucesivos monarcas que gobernaron Francia a lo largo de los siglos. Hubo quien luchó por construir un gran Palacio al lado del Jardín de las Tullerias (de los talleres de tuiles, tejas en francés) como Enrique IV o su hijo Luis XIII o quienes prefirieron otros palacios en los que habitar (como Luis XIV con su Palacio de Versalles).

Después de muchos siglos, de muchas famosas intervenciones (como la de Poussin pintando techos) o no intervenciones (Bernini perdió el concurso para la gran fachada por demasiado italiano) durante el siglo XVIII el palacio deshabitado se convirtió en hogar para artistas y vagabundos. El Louvre de hoy (como el París de hoy) no se entiende sin la participación de Napoleón III en el siglo XIX (al fin y al cabo vivía en las Tullerias).

P1110527Sus arquitectos derribaron las casas que se habían construido entre los palacios, remozaron fachadas y edificios, completaron la obra... Napoleón III inauguró el nuevo Louvre en agosto de 1857 (llevaba como Museo desde 1793, en plena revolución) siendo Mitterrand quien en pleno siglo XX programó el proyecto "Gran Louvre" que no sólo dejó la famosa pirámide de cristal sino que convirtió antiguas instalaciones administrativas en las alas del Museo que se disfrutan hoy en día.

Museo Napoleón o Museo Real, en cualquier caso el Louvre se vio beneficiado de la llegada de numerosas piezas arqueológicas griegas, romanas... pero sobre todo egipcias y mesopotámicas, procedentes de las misiones arqueológicas francesas en el mundo. De muchas de ellas me dispongo a hablar ahora, pero son tantas, es tan impresionante lo que guarda el Louvre que supongo que hasta Champollion, uno de los primeros responsables de la colección egipcia, se encontraría satisfecho.

Antiguo Egipto

Aunque Francia se quedó sin un buen número de piezas egipcias a manos de Inglaterra (véase, la piedra de Rossetta), en el Louvre esto pasa totalmente desapercibido. Las tres alas con las que cuenta el museo (Denon, Sully y Richelieu) son tan enormes y encierran tantos tesoros que, tal y como se ha indicado al principio, resultan en conjunto inabarcables. Lo mismo pasa con las piezas de la colección egipcia, que a pesar de que están bien delimitadas en algunos de los pisos de las alas, no soy capaz ahora mismo de asignarlas a un determinado espacio, todo se convierte en acumulación de conocimientos y objetos (sin llegar al Museo Egipcio de El Cairo, claro). Pero al menos, sí que guardo recuerdos imborrables de algunas de las piezas más famosas del mundo: el escriba sentado, el zodiaco de Dendera, la tríada de Osorkon, la estela de Taperet, la esfinge de Tanis.

El 15 de mayo de 1826 el rey Carlos X firmó un reglamento por el que se creaba la División de Monumentos Egipcios del Louvre. Champollion, primer conservador de la misma, no pudo hacerse con la colección Drovetti (que ahora se expone en Turín), pero sí con la del excónsul inglés en El Cairo, Salt, entre cuyas piezas se encontraba la mencionada esfinge y el sarcófago de granito rosa de Ramsés III. En 1827 sí se conseguiría la segunda colección de Drovetti.

Más tarde llegarían otras piezas fruto de acuerdos como el de reparto de lo hallado con Egipto (como el escriba sentado), regalos del país (un gigantesco Amenhotep IV) o donaciones privadas. En total, más de cincuenta mil obras, que se dice pronto. Y como es demasiado para narrar de manera fiel, me limitaré a exponer las que más nos llamaron la atención en el Museo de museos.

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El escriba sentado debe aparecer el primero por razones obvias. Es cierto que uno sabe que lo va a ver pero no se hace a la idea del efecto que provoca esta figura.

Quizá es por el contraste tan vivo todavía del negro azabache del pelo y el ocre rojizo del cuerpo. Quizá es por la intensa mirada de sus ojos, incrustrados en cuarzo y engastados de metal.

O puede ser por la serenidad que transmite, con su papiro a medio enrollar y su pequeña barriga símbolo del buen estatus social.

Pero lo más impresionante de esta estatua de caliza de Saqqara es que está realizada hace más de 4000 años, en el Imperio antiguo egipcio.

P1110148 De la misma época, de la IV dinastía, es la estela de Nefertiabet. Sentada en un taburete de patas de toro, una joven con piel de leopardo y joyas tiende la mano a una mesa colmada de alimentos.

En jeroglífico, un buen número de ofrendas de las que se beneficiará la joven en el más allá: pintura verde y negra, incienso, pan, vino… para eso era la hija o hermana de Keops y por ello su estela se halló en una tumba de Giza, cerca de la Gran Pirámide. La policromía aún es perfectamente visible.

P1110094 Pero para estela, el bajorrelieve de las plañideras hallado en Saqqara. Éste es posterior, del Imperio Nuevo, en pleno reinado de Tutankhamon. Es un relieve con una escena enormemente evocadora, un lamento en grupo que trata de comunicar dramatismo, pena y dolor: los brazos de las plañideras se agitan en varias direcciones; algunas se arrancan el pelo.

Los hombres, con la cabeza rapada, se dan golpes en la frente como símbolo de impotencia. Procede de una tumba menfita, pero el estilo es similar al de Amarna.

De allí proceden algunas de las habituales enormes efigies de Akhenaton que ha de poseer cualquier museo que quiera ser algo en el mundo de la Egiptologia. Pero el Louvre tiene además algunas figuras realmente sorprendentes de la época del rey hereje. Me quedo con el delicado retrato P1110100 de una hija de Akhenaton (su mata de pelo, que cae por el hombro, delata su dignidad como princesa) o con la pequeña figura de la pareja real, Amenhotep IV y Nefertiti, en un precioso ejemplo de combinación de colores y formas.

Igual de sorprendente es Karomama, la divina adoratriz de Amón que Champollion trajo de Egipto en 1829 indicando que posiblemente era la pieza más bella que había podido conseguir. Es mucho más reciente que lo demás, de baja época (tercer periodo intermedio).

De hiératica elegancia, esta figura de cobre, una sacerdotisa, parece avanzar hacia ti. Lleva un doble peinado enmarcando su fino y sonriente rostro. Su túnica está plegada y ceñida a un cuerpo ciertamente atractivo. Transmite serenidad y confianza y llama la atención de los visitantes. Los sistros que llevaría en ambas manos hace tiempo que desaparecieron.

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De la misma época es la Tríada del faraón Osorkón II, una pequeña pieza procedente de una pechera que deja ensimismado a quien lo observa con detenimiento.

P1110060Bien por el oro, bien por el lapislázuli o bien por los personajes de la tríada, el caso es que la pieza es única. Se reconoce al dios Osiris sentado sobre un zócalo rodeado y protegido por su hermana y esposa Isis y su hijo Horus. Las figuras de las divinidades, aunque reducidas, transmiten gran fuerza. Según el texto grabado en el pedestal, garantizaban al rey Osorkón (1889-1886 a.C) el triunfo, la victoria y el reinado tan largo como el del Dios Ra (no debió ser mucho el tiempo de reinado del dios sol).

Aunque no estaba en las plantas permanentes (la pudimos ver en la excepcional exposición temporal “Las puertas del cielo”), la estela de Taperet llama la atención por su tamaño y por su delicada factura.

En esos tiempos de subversiones (tercer periodo intermedio, reitero) se perdió la tradición de la pintura mural, cediendo el paso a soportes más modestos, como fundas de momias o estelas de madera.

Ese cambio se aprecia en la estela de Taperet, cuadro en miniatura en el que en ambas caras se ve la difunta adorando al sol, en una con la forma matinal de Ra-Horakty el sol inunda a Taperet con sus rayos en firma de flor de Lys; en la otra cara el sol reviste su forma vespertina, la del dios Atón.

Se reconoce el cuerpo estrellado de la diosa Nut tragándose al atardecer para devolverlo al mundo al alba. Antiguamente patrimonio de las tumbas reales, esta forma de teología mediante la imagen influenciaría el arte funerario privado.

P1110199Pasando de lo pequeño a lo gigantesco hallamos en el Louvre a la Esfinge de Tanis. Está situada en el sótano y rodeada de sendas estelas de Ramsés II adorando a la esfinge de Giza, muy curiosas por cierto. Adquirida en 1826 en la colección Dalt esta enorme esfinge de granito rosa mide 1,83 metros de alto por 4,80 de largo.  ¿Procedería de la habitual avenida de esfinges previa a la entrada de algún templo de Tanis? En el Louvre se guardan también otras figuras de gran formato, existiendo salas sorprendentes por las piezas que acoge.

P1110091 Una de las más sorprendentes está, sin embargo, separada de las demás. Es una estatua de diorita negra de Tutankhamón protegido por el Dios Amón, si bien la figura del faraón más famoso de la historia está mutilada consecuencia de la Damnatio memoriae que le aplicó el general Horemheb, su sucesor en el trono.

Amón, dios protector tutelar del faraón, acoge con su mayor talla y poderosos brazos al faraón niño. Es de estética post-amarniana, una vez que Tutankhamón había dejado atrás su nombre Tutankhatón.

Entre las obras de gran porte, además de columnas, dinteles, naves de naos y efigies de faraones o dioses, destaca un techo que teníamos especial interés en ver: el zodiaco de Déndera. Y es que ver una copia mala en el techo del impresionante Templo de Dendera deja mal sabor de boca, sobre todo cuando te dicen que el original está en el Louvre.

P1110236Y allí que está, expuesto como techo y con una explicación al lado. Me limito a reproducir lo que indica la wikipedia:

"El llamado zodiaco de Dendera es un conocido bajorrelieve del Antiguo Egipto esculpido en el techo de la pronaos (o pórtico) de una cámara dedicada a Osiris en el templo de Hathor de Dendera, en Egipto.

Contiene imágenes que parecen corresponder a las constelaciones de Tauro y Libra. Esta cámara está datada a finales del periodo ptolemaico y su pronaos fue añadida durante el reinado del emperador Tiberio. Esto llevó a Jean-François Champollion a fechar el relieve correctamente en el periodo grecorromano, pero muchos de sus contemporáneos postularon que databa del Imperio Nuevo. La fecha aceptada mayoritariamente en la actualidad es hacia el año 50 a. C., pues muestra estrellas y planetas en las posiciones en que se observarían en esa época. Se ha conjeturado con que el relieve sirviera de base para la confección de sistemas astronómicos posteriores."

Y las piezas sorprendentes del Louvre no dejan de aparecer. Llaman la atención las numerosas estelas de piedra de época Tinita o anterior al Imperio Antiguo (especialmente llamativa es la estela del Rey Serpiente), o los numerosos sarcófagos, ushebtis y restos de ámbito mortuorio, las numerosas efigies reales (numerosos Sesostris I de varias edades, un Didufri único en el mundo, las habituales y colosales figuras de Ramsés II... pero para terminar me quedo con tres piezas muy llamativas:

P1110246Una Diosa Isis de madera policromada y de época ptolemaica (332 a.c) dedicada a un tal Irethorrou sorprende por su bella factura y la calidad del color que aún mantiene.Presenta, sobre la cabeza, el jeroglífico con su nombre.

El sarcófago de granito rosa de Ramsés III, extraído de su tumba en el Valle de los Reyes.

P111024518 toneladas (la tapa está en otro museo) cuyo exterior está grabado con el séptimo y octavo capítulo del Libro de Amduat, y el interior con el primer capítulo del Libro de las Puertas.

Toda la decoración se organiza en torno a la gran figura alada de Isis a los pies del difunto (en el piso delante del sarcófago) y la de Nephtys en su cabeza.

Y por último, alguna de las partes del Papiro con el Libro de los Muertos de Nebqued, hacia 1400 a.C en pleno Imperio Nuevo. Es un papiro pintado enorme que describe escenas de enterramiento y de los habituales trucos que el recién fallecido había de utilizar en su tránsito hacia el otro mundo.

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El sarcófago (o al menos uno de ellos) de Amenhotep, hijo de Hapu cierra esta entrada sobre obras maestras del Louvre, al menos en lo que al antiguo Egipto se refiere. Las obras griegas, romanas y de Mesopotamia deberían ocupar la siguiente entrada, dejando la pintura para la última parte.

P1110256 Amenhotep, hijo de Hapu, supervisó y dirigió un buen número de obras durante el reinado de Amenhotep III, entre ellos, el de su templo de millones de años (los llamados colosos de Memnon). En su bello sarcófago hay una oración a la diosa del cielo, Nut:

"Oh, madre Nut,extiendete sobre mi, ubícame bajo tus estrellas imperecederas y así no moriré nunca".