30 de abril de 2007

M-30

A día de hoy, las obras de la M-30 están a punto de terminar. El paisaje madrileño se ha visto modificado, incluyendo en su skyline multitud de grúas torre que nos recuerdan al Berlín de posguerra. La circulación por la M-30 ha sido un verdadero video juego durante estos últimos meses.

Pero el 27 de mayo ya está en el aire y se han puesto de moda las inauguraciones. La M-30 no podía ser menos y el alcalde Ruíz Fáraón ha cortado numerosas cintas y abierto túneles y bypasses.

Pero no todo ha sido malo. Es cierto (espero) que la circulación mejorará en algunos puntos -si las cascadas provocadas por la lluvia no lo impiden-. Pero lo que ha quedado mejor ha sido la preciosa exposición que estos días se puede ver en el Museo de San Isidro: M-30: Un viaje al pasado.

Esta vez parece que las cosas se han tratado de hacer bien. Junto con las tuneladoras y los operarios han trabajado paleontólogos y arqueólogos cuya labor y destreza recoge esta exposición que, además, es museísticamente elogiable.

Una enorme defensa de proboscídeo (posiblemente un mamut) de hace 100.000 años abre la exposición de una forma espectacular. El entorno, de luz rebajada e hilo musical clásico invita a pasar a la siguiente sala donde se ubican algunos de los restos paleontológicos más formidables de los hallados en los yacimientos de la M-30 o cercanos: Hidroeléctrica, Butarque, Casa de Campo o el mismo O'Donell.Entre las piezas más llamativas está uno de los caparazones de Cheirogaster bolivari, una tortuga terrestre gigante del Mioceno, que se han encontrado en el yacimiento de O'Donell y en el de la Casa de Campo. Más de 300 caparazones y restos de éste quelonio han aparecido en el subsuelo de Madrid, representante de la sabana tropical que se extendía en aquella época, hace 16 millones de años.

El cráneo de Bos primigenius, del extinto Uro, de hace aproximadamente 300.000 años abre la etapa en la que aparecen los primeros humanos. Este espectacular cráneo (expuesto junto con un fémur de bisonte europeo, extinto en España en el siglo XII) presenta unas condiciones de conservación extraordinarias a pesar de no haberse hallado la mandíbula.

Con un diseño sencillo se exponen los restos hallados de las primeras poblaciones humanas que habitaron las terrazas de un Manzanares mucho más crecido que en la actualidad. Conforme se desciende en altura por las últimas terrazas sin horadar del Manzanares (bueno, ya horadadas por la correspondiente tuneladora) se pueden detectar primero y en lo más alto (y más antiguo) restos de las lascas y bifaces de silex de Homo heilderbengensis. Miles de años después, más abajo en la terraza, son los Homo neanderthalensis quienes dejan su huella en forma de herramientas y útiles de piedra.

Por fin, algunos hallazgos pertenecientes a los primeros pobladores de Homo sapiens se detectan a apenas 8 metros del cauce del río.


Huellas de poblamientos de Homo sapiens, como el hogar de la foto de arriba, se han asociado al epipaleolítico (hace 95.000 años), momento en el que comienzan a desaparecer los cazadores-recolectores para dar paso a las tribus sedentarias que, miles de años después caracterizarán las edades del hierro y el bronce.

A la Edad del Bronce pertenece precisamente este enterramiento común de dos individuos adultos (masculino y femenino) y uno infantil, dispuestos en posición fetal y superpuestos y sobre los que se dispusieron tres enormes recipientes cerámicos y otros objetos rituales o de la vida diaria.

La exposición continúa adentrandose en época histórica. Por ejemplo, con los restos de una Villa Romana hallados cerca del Puente de Segovia, en la que se han encontrado restos de frecos murales y de cerámica, específicamente de Terra sigilata sudgálica. De la fundación del Mayrit islámico dejan prueba algunas piezas cerámicas como paso al Madrid medieval, en el que lo más destacado son los hallazgos de grandes estructuras de antiguos puentes (como la Puente Segoviana).

El proyecto del Real Canal del Manzanares o restos recientes de la actividad de las lavanderas del siglo XX (entre las que se encontraba mi misma bisabuela) cierran esta interesante exposición que en el futuro pasará a formar parte, creo, del Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares.


28 de abril de 2007

Tres miradas

La Concha, San Sebastián, 18 de abril.

La playa más conocida de Donosti es espectacular en cualquier momento en que la visites. No es demasiado grande, pero por su arena siempre se ve gente paseando. Los turistas prefieren el paseo que la circunda, con las preciosas farolas y el tradicional vallado, tan unido a la imagen emblema de la playa. A la izquierda, el Monte Igeldo. A la derecha, el Monte Urgull. Caminando hacia él, el puerto y el Aquarium.

Es curioso que a pesar de tener tan cerca la ciudad, el puerto parezca salido del siglo XIX. El Aquarium está en obras, para darle más posibilidades para el ocio y la cultura.

Las playas de Ondarreta (hacia el Igeldo) y Zurriola (hacia el Urgull, en el barrio del Gros, una playa más familiar y de barrio) completan las opciones de playas urbanas con encanto de San Sebastián, sin olvidar la pequeña playita que surge temporalmente en la preciosa Isla de Santa Clara en medio de La Concha, sólo accesible desde embarcación.

El Rinconcillo, Sevilla, 23 de abril.

Prohibido terminantemente el Cante. En pleno inicio de la Feria de Abril es irónico el mensaje, habida cuenta de que la foto está realizada en "El Rinconcito", una taberna clásica del centro de Sevilla, la más antigua de la ciudad, inaugurada en 1670.

Las espinacas con garbanzos (riquísimas, con pimentón dulce), el salmorejo, las pavías de bacalao (bacalao rebozado)... son los platos típicos de esta taberna cercana a la Iglesia de Santa Catalina, con mobiliario de sabor añejo y una ambiente muy concurrido. Aunque hayan construido recientemente un piso superior, ello no le quita valor al conjunto.


La catedral de León, 25 de abril.

Acompañando a la Legio VII Gemina me dí de bruces con la espectacular fachada principal de la Catedral de León, un precioso ejemplo del Gótico europeo del siglo XIII. El día no acompañaba, la lluvia caía sobre las calles de la ciudad pero el rosetón central de la fachada, las torres y su enorme cuerpo principal (macrocefalia, le llaman, para albergar mayor número de fieles, muchos de ellos caminantes hacia Santiago) hicieron obligada la parada.

Muy cerca, el Museo de León, un museo ciertamente innovador, de fácil acceso y seguimiento de piezas clave y emblemáticas. Muy recomendable.